Existen muchos tipos de vajilla. Se diferencian por su uso y su material, pero desde la más fina y exclusiva hasta la más corriente y de uso común, pueden tener un valor especial. Ese valor se lo dan las personas.
Por su material, la vajilla se puede dividir en 3 grandes grupos: porcelana, loza y vidrio. La porcelana es reconocida por su resistencia, blancura y porque es traslucida al sol. Los grandes productores de porcelana son los ingleses con Royal Albert, alemanes con Bavaria y franceses con Limoges. Un lujo en la mesa, algunos con diseños florales como la inglesa, otros con mas vanguardia como la alemana o más tradicionales como la francesa.
A la porcelana se llama China, porque ahí se inventó. Luego la industria inglesa de fines del SXVIII incorpora la ceniza de hueso y crean esa porcelana blanca reluciente y brillante, la famosa Bone China.
En Chile la porcelana más clásica fue Thomas, el regalo de matrimonio obligado en la clase alta de los 60 y 70. La fábrica alemana se instaló en Chile y al retirarse en los años 70 cambió su nombre a Florencia. Esa fue nuestra vajilla de navidad.
La loza o ironstone, surge a mediados del SXIX como alternativa a la porcelana, ya que es más económica y permitió masificar su uso. Su composición tiene mayor porcentaje de barro, esto la hace más pesada, se rompe y craquela con mayor facilidad, y no es traslucida, pero permite un mayor uso del color en los diseños. La loza cambió el mercado. Hoy nos encontramos con piezas llenas de color y diseño que nos recuerdan su esplendor. Los reyes de la loza son los ingleses. Hasta antes de la Segunda Guerra Mundial ciudades enteras en Gran Bretaña se dedicaban casi exclusivamente a la producción de loza. Como era de esperar, Estados Unidos también tuvo una importante industria de loza hasta los 80.
El polo de producción de loza en Chile fue Penco. La ciudad del sur del país albergó a Lozapenco y Fanaloza. Los creadores del plato chileno, el plato de la casita, el Willow. Ese plato que fue para el diario y hoy es un objeto de colección muy cotizado.
La vajilla de vidrio se crea en 1920 cuando Bessie Littleton, la mujer de un físico de una empresa de focos para alumbrado público preguntó ¿Me prestan un foco para cocinar? La miraron raro. En su pregunta estaba la enorme industria del vidrio de borosilicato, un vidrio de alta resistencia a la temperatura y muy versátil, hoy lo conocemos como Pyrex. Todos los países tuvieron su versión, JAJ en Inglaterra, Arcopal en Francia, Durax en Argentina y la Loza Futura en Chile.
Todas las casas tuvieron esa loza de vidrio color verde, humo o ámbar para el diario, que no se quebraba y que creció con nosotros, con leche con plátano y marraqueta con mantequilla. Con los años, llegó la producción masiva de vajillas desde China, y la Loza Futura junto al plato Willow, terminaron bajo los gomeros. Hoy día nostalgia las ha vuelto a revivir.
En Jugar a las Tacitas hemos encontrado muchas piezas especiales. Tuvimos una tetera inglesa de 1891 que tenía número de registro, en una especie de registro de vajillas inglés. Hace poco rescatamos un arsenal de platos Willow de Fanaloza que estuvieron 30 años juntando polvo y humedad en la bodega de una ferretería del centro de Santiago, abandonada en los 70.
Nos encontramos con un juego de café de Checoslovaquia que fue traído por un militar checo. Al finalizar la Primera Guerra Mundial viajó a Chile en búsqueda de una nueva vida y en su maleta traía este juego regalado por su madre para su futura e hipotética nuera. Él cumplió su deseo, pero nunca pudo presentarle en persona a su mujer, nunca más volvió a ver a su madre.
Cada vez que nos encontramos una pieza de antes de las Guerras Mundiales nos preguntamos ¿Cómo llegó esto acá?
La vajilla acompaña la historia, especialmente de las mujeres. Toda la vajilla es valiosa. Como una fina, clásica y especial taza inglesa de 1920 que llega a una nueva dueña como un gran objeto que atesora y disfruta. Como un juego de fuentes de Pyrex de los 70 que contiene un pastel de choclo y una ensalada de tomate en una mesa de sábado llena de niños. Como un plato Willow que recibe un charquicán o un conjunto de platos de otros tiempos y otros lugares que decoran una pared como si fueran una sola obra de arte.